Quiero pensar que el ministro Fernández Díaz ha consultado al equipo jurídico del Ministerio del Interior y a la Abogacía del Estado, antes de aventurarse a proponer una reforma del Código penal para que éste incluya como delito las convocatorias hechas por Internet.

Vayamos poco a poco, porque son muchas las cosas a comentar.

En primer lugar, Internet se ha convertido desde hace años ya en una ventana y una puerta al mundo. La Red tiene gran parte de culpa de lo que llamamos Globalización. Ha sido gracias a Internet que en los países con regímenes totalitarios, sus ciudadanos han podido expresar su malestar, comunicar al exterior una realidad, tal vez desconocida, denunciar abusos de sus gobernantes, etc. Gracias a Internet, también, hemos conocido al instante acontecimientos ocurridos lejos de los objetivos de una cámara de televisión o fotográfica, ya que cualquier teléfono móvil nos permite grabar unas imágenes y “colgarlas” en la Red a los pocos segundos, sin necesidad de la presencia de periodistas o informadores. Los ejemplos son muchos…

También es cierto que la revolución de Internet viene dada por el hecho que la interacción entre los miembros de una comunidad, o del mundo entero, es inmediata. La Red nos ofrece esta oportunidad de comunicación al instante, rápida y viral, que crece exponencialmente por segundos. Ya no tardamos en poner en conocimiento de otros cualquier información que queremos transmitir. Los teléfonos móviles y sus SMS también cumplen una misión similar.

En este contexto de inmediatez y rápida propagación, es evidente que el que quiere comunicar algo, utilice un medio como la Red. Para conseguir una máxima audiencia, un alcance total, un efecto contagio, una búsqueda de empatía. Eso lo saben muy bien los expertos en comunicación y “marqueting”. Los de su partido, señor ministro, también.

Pues bien, ¿cómo no aprovechar esta plataforma que ofrece estas amplias oportunidades y que está al alcance de todos? Parecería de bobos no utilizarla!

Precisamente eso, es lo que han hecho los ciudadanos que han movilizado a otros conciudadanos contra la Reforma laboral y para salir a la calle con motivo de la huelga general del 29 de marzo pasado. Han utilizado la tecnología del siglo XXI para hacer extensivo su deseo de protesta ante lo que consideraban injusto y abusivo. Sin más. Ahora bien, no es menos cierto, que algunos indeseables han convertido el ejercicio de un derecho en una batalla campal o en una extraña diversión que implica destrozar los bienes comunes. Éstos, no son usuarios de Internet. Éstos no son ciudadanos que aprovechan los avances tecnológicos para extender una idea o convocar a sus semejantes para expresar un descontento. Éstos, son delincuentes.

Y aquí es donde debemos tener cuidado. Generalizar nunca es bueno. Ni todos los internautas son unos vándalos, ni todos los vándalos se han puesto de acuerdo por Internet. Así que, señor ministro, tome aire y piénselo. El endurecimiento de las penas no siempre es la solución. Más bien, lo contrario. El cumplimiento de las penas sí que ayuda, y mucho, al respeto que los ciudadanos les tengan a la Ley. Tal vez tendríamos que mejorar las normas procesales, que tantas posibilidades de esquivar la ley penal ofrecen a los que la incumplen.

No olvide que son varios los derechos fundamentales que esta reforma podría vulnerar: El derecho de reunión, la libertad ideológica, la libertad de información, el secreto de las comunicaciones, la presunción de inocencia,…

Cuidado ministro, cuidado… Internet no es la que destrozó el centro de Barcelona, y los que se convocaron mediante la Red, tampoco. Solamente son delincuentes, los que delinquieron. Nadie más…