Redes sociales

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No es la primera ni, seguramente, será la última vez que se haya hablado de los riesgos que las redes sociales implican para nuestra privacidad. Pero no por ello puedo dejar de dedicar unas líneas a esta cuestión.
Para ejemplificar lo que quiero exponeros, id a Google y buscad “ Kevin Colvin”. Os daré unos minutos…
Nos parece curioso, para algunos gracioso o para otros, incluso enfermizo, pero casi todos nosotros hemos accedido a una red social y hemos creado nuestro perfil. Como siempre hacemos, ni tan siquiera leemos con atención las condiciones de uso que aceptamos. Lo hemos hecho tantas ocasiones… Un contrato de adhesión, para la mayoría, es eso, un “clic” en “acepto”, nada más… Lo cierto es que si supiéramos algunas implicaciones de lo que esa aceptación a fe ciega suponen, algunos de nosotros, ya no digo todos, nos andaríamos con muchas más reservas.
¿Qué os ha parecido lo que le pasó al “pobre Kevin “? Una mentira piadosa le costó el puesto de trabajo. Una inocente foto desencadenó el fin de su carrera profesional.
No exagero si os digo que el “ caso Colvin “ no es algo que nos queda lejos y que no nos deba preocupar.
Si os leéis con atención las condiciones de uso, tal vez se os pasen las ganas y el apetito exhibicionista del que pueden beneficiarse los voiyers que acechan. Las redes sociales son una herramienta excelente para muchas cosas, eso es innegable. Tan solo pretendo haceros reflexionar sobre qué puede pasar con el contenido que “ colgamos “ alegremente en ellas.
Licencia no exclusiva pero mundial, con derecho a concederla a terceros para utilizar, copiar reproducir, distribuir, modificar, publicar,… Eso sí, “ tú eres el dueño de tu contenido “ ¿Cinismo o sorna?
Mirad, si lo que se “ cuelga “ en Facebook, Twitter, Picasa, etc, son contenidos que hacen referencia a mayores de edad, o mejor dicho, a personas adultas, que no es lo mismo, allá ellos con sus actos y las consecuencias que se deriven de estos. Ahora bien, si los contenidos hacen referencia a menores, cuidado. Entiendo que nos ilusiona crear un álbum de 20 fotos sobre el nacimiento de un hijo, publicar 50 imágenes de la fiesta de cumpleaños de un sobrino o hasta 100 fotos de nuestras vacaciones en la playa con unos amigos y los hijos de ambos. Entender que tengamos ganas de hacerlo, sin ninguna maldad, con total buena voluntad, no quiere decir que esté de acuerdo con ello, lo siento. No lo comparto. Las imágenes publicadas en la red de menores, están al alcance que cualquiera, sí o sí. Y como tales menores, sus derechos deben ser protegidos sobremanera ya que ellos no pueden ejercer su salvaguarda por sí mismos. Los padres son sus primeros protectores y a la vez, pueden ser sus peores enemigos, sin quererlo, por supuesto… Con ello no quiero alarmar a nadie. Quiero hacer pensar un instante a aquellas personas que, con toda la ilusión del mundo, hacen públicas imágenes de menores.
La respuesta evidente y rápida es que “ mis fotos solo las ven mis amigos!! “ Siento decir que no… Primero porque cualquier foto en la que nos etiqueten, por ejemplo en Facebook, será enviada a todos nuestras amistades y la podrán ver, aunque quién la publique no sea una amistad en común. Es cierto también, que podemos deshacer ese etiquetado, pero a toro pasado! Y aun así, si repasamos las condiciones de uso de la red social en la que estemos, seguramente, descubriremos que “ ellos “ pueden hacer lo que quieran con esas imágenes o contenidos.
No seré yo el que desacredite a las redes sociales o sus enormes posibilidades, puesto que sería una necedad y, además, las considero una oportunidad única, como medio de sociabilidad, intercambio de información, publicidad empresarial, o simplemente ocio. Pero como en todo, tomando las prevenciones oportunas y sin desechar las recomendaciones que los expertos nos dan.

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